HACIA LA BATALLA
RUTA 1: “Hacia la Batalla”
Esta ruta recorre el valle del Hornija hasta Villalar de los Comuneros, y comprende aquellos municipios que recorrieron en su huida hacia Toro los de Padilla, Bravo y Maldonado, viéndose involucrados en la batalla de Villalar.
La Mudarra
Iglesia de Ntra. Sra. del Rosario. La Mudarra
Algunas crónicas de la guerra comunera relatan cómo en febrero de 1521, el ejército imperial, alertado por la victoria de los de Padilla en Torrelobatón, se rearmó y desde Medina de Rioseco partió en su persecución, adentrándose para ello en el Páramo de la Mudarra. Esta localidad de los Montes Torozos, que arropa el nacimiento del río Hornija en Fuente Porras, entre alamedas, fue arrabal de Medina de Rioseco hasta octubre de 1856, cuando sus vecinos lograron la redención del foro que se tenía con la ciudad riosecana desde 1690. La Mudarra es, además, el inicio de la ruta «Los pasos de los Comuneros», un proyecto de la Fundación Godofredo Garabito y Gregorio y de Patrimonio Inteligente que recrea el recorrido realizado por el ejército de Padilla aquel 23 de abril de 1521, distribuido en tres etapas: La Mudarra-Peñaflor de Hornija; Peñaflor de Hornija-Torrelobatón; y Torrelobatón-Villalar de los Comuneros.
En el pueblo es visita obligada la iglesia de Nuestra Señora del Rosario, del siglo XVIII, que, además de su espadaña, levantada sobre una torre anterior, destaca por el cubo del caracol y su reloj solar, lo mismo que el llamado Monte de las Liebres, un fantástico robledal que antes de ser lugar de pastoreo se empleó, durante siglos, para la saca de carbón vegetal, y cuyo acceso se encuentra en la carretera que une La Mudarra con Valdenebro.
En las inmediaciones de la localidad se levantó, en 1951, la Subestación eléctrica que surte a todo el noroeste español.
Peñaflor de Hornija
Peñaflor desde el Valle
Peñaflor de Hornija era la villa señorial de los Girones cuando en febrero de 1521 acogió al grueso de las tropas imperiales para hostigar a los comuneros. Su trazado actual pertenece a la época de Alfonso VIII, en el tránsito del siglo XII al XIII. En este privilegiado y bello mirador del Valle del Hornija, que preside desde lo alto el sector más amplio abierto por el río en los páramos de Torozos, destacan la típica arquitectura popular de la zona, con muros de mampostería y sillería recubiertos con revocos de cal y arena, la ermita renacentista del Cristo de las Heras y la iglesia parroquial de Santa María de la Expectación. También quedan vestigios de la cerca medieval del siglo XIV. Por Peñaflor pasa el Camino de Santiago de Madrid.
Su ubicación en uno de los límites del páramo de los Montes Torozos lo convierte en lugar privilegiado para disfrutar de las panorámicas más bellas de la comarca, pues desde el mirador de la plaza se pueden avistar núcleos como Torrelobatón con su impresionante castillo o el paisaje donde el río Hornija se abre paso entre los páramos que lo circundan quedando encajado, no con mucho desnivel pero sí con el suficiente para poner una nota agradable entre tanta llanura. A dos kilómetros del pueblo, en el límite con el término de Wamba, se encuentra el lavajo de La Nava, una masa de agua estacional que en época de lluvias sirve de lugar de descanso para numerosas aves acuáticas.
Torrelobatón
Castillo de Torrelobatón
La imponente silueta de su Castillo remite al último destello de gloria del ejército comunero: el asalto de Torrelobatón, a finales de febrero de 1521, por las tropas de Padilla. El hecho de haber sido el último baluarte de aquella revolución explica que su fortaleza albergue en la actualidad el Centro de Interpretación del Movimiento Comunero.
El pueblo se alza en la zona en la que el valle del Hornija transita suavemente entre el paisaje de los Montes Torozos y las abiertas llanuras circundantes. Aunque el Castillo domina toda esta encrucijada de cañadas, caminos y valles, no debemos olvidar que es aquí donde el Hornija se une a las aguas del arroyo Hontanija, y que en sus inmediaciones se encuentran el páramo de las Minas, con curiosas formaciones cársticas, y el cerro Grimata, hoy poblado de antenas pero que hace años albergó un castro prerromano, desde el que contemplar el páramo ondulado. Torrelobatón también destaca por su caserío tradicional, la arquitectura popular de sus calles, sus edificios construidos en adobe y tapial en combinación con la mampostería de piedra caliza, y los sillares de piedra en edificios nobles y en elementos como el Caño viejo y el Caño nuevo, tradicionales puntos de suministro de agua de la población, abrevadero el primero y lavadero tradicional el segundo.
Villasexmir
Iglesia de la Asunción. Villasexmir.
Siguiendo el curso del río Hornija, los comuneros iniciaron su salida desde Torrelobatón en dirección a Toro, por considerar Juan de Padilla que esta villa les ofrecía protección y seguridad. Pasaron en primer lugar por Villasexmir, distante cuatro kilómetros de Torrelobatón, donde sobresale la iglesia parroquial de la Asunción, de estilo mudéjar, que aprovechó restos románicos de otra anterior, y la ermita del Cristo de la Agonía, en piedra, del XVII.
Por esta zona, dominada por los cultivos de cereal, la paramera deja a veces de ser llana para deshacerse en multitud de vaguadas y hondonadas amplias y abiertas. No es posible pasar por Villasexmir sin detenerse en sus casas de adobe o admirar los chozos de pastor, potentes construcciones de piedra con más de 200 años en los que los pastores se resguardaban del frío.
San Salvador de Hornija
Ribera de chopos y sauces. San Salvador de Hornija
Los de Padilla cubrieron los dos kilómetros que separan Villasexmir de San Salvador de Hornija, cuya iglesia parroquial, del siglo XII, conserva la planta románica de cabecera semicircular. Precisamente este pueblo, repleto de naturaleza y con agradables choperas para pasear, debe su nombre a la imagen del Cristo Salvador que preside el altar mayor del templo. La ermita del Cristo, muy sencilla y cercana a la iglesia, es del siglo XIV.
San Salvador de Hornija forma parte de las Rutas de Delibes. Sus sendas se pierden en las riberas de chopos y sauces y en el trayecto salen al paso del caminante las ruinas de los viejos palomares de adobe. Sus tardes las amenizan el mirlo y el herrerillo, mientras sus aguas son territorio del martín pescador.
Gallegos de Hornija
Otros dos kilómetros cubrieron los de Padilla hasta pasar por Gallegos de Hornija, que ofrece al visitante una generosa arboleda y pinares en su entorno, un pozo del siglo XVIII, un puente herreriano para cruzar el Hornija, repleto de naturaleza y aire puro, y las trazas de su iglesia de San Martín, proyectada en un primer momento con visos de monumentalidad, pero que el declive de la villa obligó a recortar. En su interior destacan dos retablos, el del altar mayor de estilo barroco y el de una de las capillas laterales, realizado por un alumno de Gregorio Fernández; la espadaña se añadió en 1796.
La ermita comarcal de Nuestra Señora del Villar, señora del Hornija, al otro lado del conjunto urbano, es de fines del XVI y presenta una cubierta con armadura de madera.
Vega de Valdetronco
A punto de cubrir los dos kilómetros que separan Gallegos y Vega de Valdetronco, los de Padilla realizaron un par de paradas, muy cerca de este último pueblo, con la idea de plantar batalla a los imperiales. La primera, nada más atravesar un arroyo y teniendo en cuenta que sus perseguidores habrían de hacer lo mismo, y la segunda «encima de una cuesta que ellos habían subido y de necesidad la había de subir el ejército del Emperador, donde recibiera mucho daño y muy poco los de la Comunidad». Se trataba, en efecto, del pequeño otero sobre el que se asienta la ermita de la Virgen de Canteces, del siglo XVIII, que sirvió de parroquia al pueblo mientras se terminaba de construir la iglesia de San Miguel y que hoy, prácticamente en ruinas, es poco más que una espadaña y tres arcos.
Vega de Valdetronco es uno de los hitos del Camino de Santiago del Sureste y un albergue para los peregrinos, también forma parte de la Ruta de Miguel Delibes, que acudía a cazar por la zona, y a mediados del siglo pasado era conocida por dos industrias ya extintas, una dedicada a la elaboración del llamado «blanco de España», que se empleaba para enlucir fachadas y se elaboraba con las arcillas blancas que abundaban en su suelo, y otra para fabricar trillos con las piedras de pedernal que se recogían en las cuestas de su entorno. La vinculación del pueblo con los caminos que la cruzan explica, además, que fuera final de etapa en la carrera de postas del siglo XVIII. El pueblo sube la colina yerma en invierno, esplendorosa de flores silvestres a partir de primavera.
Marzales
En su huida hacia Toro, el ejército liderado por Padilla pasó por Marzales antes de ser acometido por los imperiales en Villalar. El pueblo ofrece al visitante la iglesia de San Cristóbal, del siglo XVI, con un extraordinario pórtico con tres arcos de medio punto y una nave cubierta con una armadura mudéjar a dos vertientes, así como una amplia vista del maravilloso panorama natural de valle del Hornija en su curso bajo.
Precisamente en el camino a Villalar, sobre el arroyo de los Molinos, en el llamado Puente del Fierro, se encuentra el monumento conmemorativo de la Batalla de Villalar, por ser éste el lugar donde ocurrió el fatal desenlace el 23 de abril de 1521. El paraje está declarado desde 1996 Bien de Interés Cultural con la Categoría de Sitio Histórico.
Villalar de los Comuneros
El 23 de abril de 1521, bajo una lluvia persistente y con la caballería realista pisándoles los talones, los comuneros huyeron de Vega de Valdetronco en dirección a Toro. Una parte de su ejército, sin embargo, abandonó la ruta y decidió torcer a la izquierda para refugiarse en Villalar, mientras los de Padilla seguían, en dirección a Marzales, a los dos escuadrones de vanguardia, liderados por Juan Bravo y los Maldonados. Incapaces estos de seguir el orden de batalla ante la imposibilidad de vadear el Hornija, muy crecido por la intensa lluvia, se agolparon en los cenagosos prados del llamado Campo de los Caballeros y, empujándose tumultuosamente, se dirigieron hacia el Puente del Fierro para refugiarse tras las inmediatas tapias de Villalar. Alcanzados por los imperiales, fueron rápidamente derrotados y los tres capitanes, detenidos, juzgados y, finalmente, decapitados al día siguiente.
El pueblo ofrece importantes atractivos naturales, como demuestran el Centro de Interpretación de Villalar, creado por el Ayuntamiento y la organización ambientalista Grefa para promover la interacción dialéctica entre el escolar y su entorno natural y rural más próximo, o la Senda Ecológica «Batalla de Villalar», que discurre desde la iglesia de Santa María hasta el monumento a la histórica batalla en el enclave denominado Puente del Fierro. Son dos kilómetros rodeados de los característicos campos cerealísticos de la zona y amenizados con losas de piedra instaladas en el suelo, que van relatando poemas de Luis López Álvarez sobre la batalla de Villalar. A lo largo del recorrido pueden contemplarse las explotaciones agrícolas de regadío, con el cultivo de cereales, patata y remolacha propios de la agricultura del municipio, y una comunidad de aves muy singular, con especies propias de medios abiertos de tipo estepario,
No debe olvidarse, por último, que Villalar constituye el epicentro de la fiesta de Castilla y León, celebrada cada 23 de abril y declarada como tal por las Cortes regionales, a instancias del ejecutivo autonómico, el 11 de abril de 1986.